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Sastre: Adiós, campeón

Hace unos cuantos años solía ver, a estas alturas de temporada, en las revistas de ciclismo, artículos relacionados con las despedidas de algunos corredores. Era ley de vida. Es ley de vida. Los años pasan y el pelotón se va renovando. Recuerdo la de Perico, la de Mauri, Fignon y, como no, la de Indurain, quien estuvo hasta ultimísima hora decidiendo qué hacer... Ahora ha llegado el turno a uno de esos ciclistas no tan mediáticos, pero que sí ha dado sobradas muestras de calidad a lo largo de los años: Carlos Sastre.

A la sombra de otros campeones hasta el 2006, cuando la no presencia de Ivan Basso en el Tour de ese año, obligó a colocar al abulense como jefe de filas del equipo CSC. Y no defraudó. Sastre logró varias grandes victorias, sobre todo, en la alta montaña (Aix-3-Domains, por ejemplo, imponiéndose, nada menos, que a Lance Armstrong), aunque hay una que brilla por encima de todas: la lograda en la cima de Alpe D’Huez en el Tour de 2008. Una etapa que debiera ser mostrada a todos aquellos niños que sueñan con llegar a ser profesionales. Corriendo como sólo lo hacen los campeones, Sastre atacó a principio de puerto y se impuso tanto a las raras estrategias de equipo (los hermanos Schleck, entonces en el mismo equipo, tiraban del grupo de favoritos) como a rivales de la talla del australiano Cadel Evans.

Sastre se va dejando una impronta de corredor de otro tiempo, más cercano a los de los ochenta y noventa, que a las "niñerías" de este principio de siglo (recordada es su frase contra la forma de correr de algunos colegas de pelotón).

¡Adios, campeón!

Las montañas te echarán de menos.

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