Este año el norteamericano Lance Armstrong ha vuelto a ganar la prueba más importante por etapas, el Tour de Francia. Al igual que en anteriores ocasiones su dominio ha sido insultante. Armstrong, con su preparación exclusiva para esta carrera, desde su regreso al ciclismo en 1998, la ha engrandecido, si cabe, aún más, y ha puesto un listón de victorias prácticamente infranqueable a corto y medio plazo (recordemos que el listón de las 3 victorias colocado por Philippe Thys en 1920 tardó en ser igualado 35 años, y en ser superado, 43; en tanto que el record de 5 victorias que el francés Jacques Anquetil colocó en el año 1964 duró otros 40 años, tras los fallidos intentos de Merckx, Hinault y, más recientemente, Indurain, que “únicamente” pudieron igualarlo). Su único objetivo en estos siete años ha sido el Tour, dejando de lado otras carreras importantes del calendario, como el Giro de Italia, la Vuelta a España o el Campeonato del Mundo. La exclusividad de su preparación ha llegado hasta el punto de contagiar a otros corredores como Jan Ullrich, Ivan Basso, Iban Mayo, Tyler Hamilton, y un más que largo etcétera, que en lugar de abrir otros frentes de batalla, sea en el Giro, sea en la Vuelta, se han obstinado en seguir la pauta del norteamericano y eso se ha notado tanto en la ronda italiana, como en la española, donde la participación de corredores extranjeros “de nivel” es muy baja. Remitiéndonos al Giro de Italia, en la década pasada se produjeron las victorias de Miguel Indurain (1992 y 1993) o Marco Pantani (1998), y las destacadas participaciones de corredores como Gianni Bugno, Abraham Olano, Claudio Chiapucci, Tony Rominger o Piotr Ugrumov, corredores que tras esta carrera destacarían en la ronda gala. Si nos referimos a la Vuelta, otro tanto de lo mismo, puesto que también en la década pasada tuvimos ocasión de disfrutar de las victorias y de la gran competitividad de corredores como el mismo Tony Rominger, Alex Zülle, Laurent Jalabert, Fernando Escartín, Laurent Dufaux o Pedro Delgado, corredores todos ellos que no se centraban únicamente en el Tour. Si hablamos de la década actual, los resultados son bien diferentes: victorias italianas en el Giro y victorias españolas en la Vuelta (también los podios han seguido la misma pauta, con las contadísimas excepciones de Popovych en Italia, o Leipheimer en España).La conclusión que deseo extraer es que si bien Lance Armstrong ha dejado un recuerdo imborrable para los amantes del Tour, éste no puede ser tal para todos aquellos a los que nos gusta el ciclismo: el norteamericano no le ha hecho un favor al ciclismo, sino sólo al Tour. Espero, por tanto, que no sea el ejemplo a seguir, puesto que el ciclismo es algo más que la ronda francesa. El Tour de Francia es la carrera más importante del ciclismo, pero no la única carrera que hay en el ciclismo.